María de la Ferre: Llamada a la libertad de los hijos de Dios

En el país del Poitou

María de la Ferre nació en Roiffé en los confines del Poitou y de la Touraine, en 1589 o 1590 en una región marcada por las guerras entre católicos y protestantes. En el contexto familiar, María es testigo de discusiones animadas sobre el conflicto, de donde salió, aún niña, la pregunta, «Quiero ver al Dios de los católicos». Es una niña a quien le gusta las cosas de Dios.

Su madre le inculca muy pronto una profunda devoción marial, el amor y el respeto al Dios de la Eucaristía.

Tenía sed de conocer a Dios, es así que la gobernante la instruyó sobre la fe y la invita a rezar e imitar a Jesús.

Huérfana de madre a los 11 años, su padre volvió a casarse en segundas nupcias con una calvinista que trató de atraer a María a sus creencias. Algunos tiempos después, María fue confiada a su tía maternal, la Sra. de Goubitz, que vivía en el hogar de Ruigné, no muy lejos de la parroquia Ste-Colombe, a proximidad de La Flèche.

Una adolescente que hace la experiencia de su libertad

En el hogar de Ruigné la vida social es muy anímada; en este contexto, aprovecha su libertad y se deja llevar por la mundanidad, pierde el gusto de las cosas de Dios. Sin embargo, María de la Ferre, a pesar de sus éxitos mundanos, siente soledad y vacío… Habla de eso con el párroco de St-Quentin que le da dos enseñanzas: Solo Dios cuenta y las pretensiones mundanas duran poco tiempo.

Una mujer captada por Dios

El 22 de julio de 1607, cuando tiene 18 años, María de la Ferre vive una experiencia espiritual muy fuerte en el momento de la Eucaristía. El Señor se hace presente a ella con fuerza y poder.

A partir de ese día, María empieza una vida de intensa búsqueda de Dios, deja sus lujosas ropas, sus sortijas y renuncia a los perfumes. Un regular acompañamiento espiritual le ayuda a tener fuerza frente a las resistencias del medio que no acepta su cambio de vida.

Una mujer libre para amar y servir

María de la Ferre, en toda libertad, estará al servicio de sus familiares, pero también de la parroquia, de los pobres del barrio de Ste-Colombe en La Flèche.

No solamente cuidaba sus cuerpos pero también sus almas. En la ciudad, se la llama la «santa señorita» En la familia, es «la santa tía».

A la muerte de su tía, libre para disponer de sí misma, se va a vivir en donde una pobre señorita, y después a la solicitud de su prima la Sra. Bidault, vivirá en esta familia durante 8 años profundizando su vida espiritual y apostólica.

Una mujer abierta a la voluntad de Dios

Sus directores espirituales, al ver cómo vivía María de la Ferre, le aconsejan entrar en la vida religiosa. Cuando quiere ejecutar este proyecto, por cuatro veces, se enferma…

En 1634, una nueva experiencia espiritual, en el momento de la Eucaristía, definirá su vocación. Tiene «la visión de camas».  Se ve a sí misma en una sala grande con cantidad de camas… Consulta con Jerónimo Le Royer, que ya conocía. El uno y el otro se comparten su común visión. «Señorita, le dice, Dios quiere utilizarnos para la fundación de una nueva comunidad».

El 18 de mayo de 1636, María de la Ferre y su amiga Ana Foureau se van a vivir con las tres sirvientas ya al servicio de los pobres en el Hôtel-Dieu.

Se reconocerá la comunidad de La Flèche en 1643, María de la Ferre será superiora en La Flèche hasta 1650, ella fundará Moulins en 1651.

Fallecerá en Moulins el 28 de julio de 1652.