«Que al atender al cuerpo lleguemos al corazón de los seres que sufren…»

Es este llamado de Dios que un día se escuchó muy fuerte en mí y como en Jerónimo el Señor me dijo: «…va, te basta mi gracia»
Después hacer atendido a los cuerpos durante más de 20 años, de estos 13 años en África, en el ministerio de la salud física, he allí que este llamado de Dios me orienta hacia el ministerio de la salud espiritual y esto por casi 30 años ya. Me di cuenta que los enfermos no están todos entre dos sábanas blancas en un  hospital. Hay muchísimos más en nuestro camino que son enfermos del corazón o en la búsqueda de un mayor bienestar del alma.

Un buen día, un Jesuita me ayudaba en mi discernimiento, en una formación y me dijo: «Sabes, Juline, podrás seguir todos los cursos en natación, si no te lanzas al agua, nunca aprenderás a nadar» y él me invitó a acompañar a personas en un retiro con él. Fue para mí el golpe para lanzarme.

Después de una formación en espiritualidad, en psicología y en teología, me comprometí a tiempo completo en el acompañamiento espiritual y sico-espiritual.

Desde ya 15 años, es en el Centro Le Pèlerin de Montreal, Centro de formación y de acompañamiento de la búsqueda espiritual, que me comprometí como acompañante. Con el tiempo este compromiso tomó diferentes formas pero siempre en el sentido de «atender el corazón de los seres que sufren», cualquiera sea su orientación espiritual.
Con los años no disminuyó mi alegría de «servir a Cristo en la persona de los pobres que son sus miembros». (Const. R.H.S.J.)  Mi alegría está en su cumbre cuando las personas que vuelven a encontrar el gusto de la vida gracias al proceso que les propongo, en el acompañamiento que les ayuda a ponerse de pie y seguir su camino con Cristo, que en adelante les guía.

Lo que me confirma en este ministerio son los testimonios como este recibido de una persona que acompañé en un período difícil de su vida: «Que sepas que tu presencia, tu escucha y tu mirada me fueron de gran consuelo.  Pido al Señor de continuar en mi lo que Él mismo comenzó.»

¿No tuve razón de lanzarme al agua…contando siempre con “la Fuerza que siempre me animó”?

Hna. Juline Roberge
Residencia Jerónimo Le Royer
Montreal